lunes, 30 de julio de 2012

El sueño de Edco Warriel

El sueño de Edco desde pequeño fue ser escritor. A los nueve años le regalaron su primera máquina de escribir, que no era más que un viejo trasto que había conseguido su padre en el mercadillo de su barrio. Tan viejo era el aparato, que se le había salido la tecla del "punto", y cada vez que Edco quería terminar una frase como se merece, tenía que poner dos veces una coma. Tampoco era un gran incoveniente, nada lo era para seguir con su sueño de niño.

Cuando cumplió los 19 años, y con unos cuantos concursos de literatura ganados por detrás, tuvo la suerte de conocer a un viejo amigo de su padre que trabajaba en una editorial. Era el único sitio de su pueblo donde podría ver como se desarrollaba el trabajo de un escritor día tras día. Así que Edco aceptó agradecido el puesto como ayudante de imprenta en aquel lugar.

Sus labores, aunque no fueran las más deseadas para él, eran variadas: que si cargar de tinta las impresoras, que si revisar faltas ortográficas de algún documento, que si coger alguna que otra llamada telefónica, que si preparar tazas y tazas de café para los invitados, que si dar los buenos dias buenas noches y "hasta vete tu a saber cuando...".
Puede que Edco pareciese un simple chico de labores, pero esto a él no le importaba, pues menos es nada.  A veces es mejor sentirse el último mono que no sentir , eso, es estar muerto. Así que iba todos los días que se lo pedía el viejo amigo de su padre a la imprenta. Llegaba de los primeros. Saludaba con una sonrisa dando todos los "buenos" inimaginables. Si hacía falta limpiar el suelo, se limpiaba. Si era necesario echar a algún borracho del portal se echaba. Por muy estúpida e insignificante que fuese la acción, se hacía. Para Edco cualquier cosa que estuviera cerca de lo que era su sueño, bastaba.
De hecho, hubo un día que pasó toda una tarde hablando con un cliente que venía a reclamar el dinero de unos libros que no habían sido impresos correctamente. Fue un día de muchísimo jaleo en la editorial, y nadie podía encargarse de entretener al pesado de turno que no paraba de dar la murga con los libros. Posiblemente fue la tarde más aburrida del mundo para Edco, y cuando se quisó dar cuenta, había gastado todo el tiempo de su "jornada" conversando con un tipo que no conocía de nada y que no paraba de quejarse del mal servicio. Se podría hasta decir que nuestro protagonista ese día se mosqueó. No obstante, este estado no duró mucho, pues el cabreo se convirtió en ilusión cuando el director le pidió ayuda para revisar unos documentos de un archivo.

Edco vivía con ilusión cada día que estaba en la imprenta. La ilusión de llegar, la ilusión de poder volver. El deseo de que te llamen para cualquier cosa, incluso para arreglar cualquier aparato. La satisfacción de conocer a profesionales que te ayudan a saber quien quieres ser. Así es como se puede resumir un poco los primeros pasos del que sería en un futuro un gran escritor, que en realidad se pueden asemejar al gateo de un bebe, pero bueno, "por algo se comienza"...




...Un comienzo, un inicio. De ello dependen las grandes historias.